Como son las cosas viejo, ya hace mucho que no estás y sin
embargo nunca me dejás solo.
Ahora mismo estoy contigo escuchando a María de Buenos Aires.
Sabés, creo que ya la primera vez que lo escuché algo en mi interior hizo
crack, se rompió, y fue como un comienzo, como si se hubiera roto una cáscara
que cubría mi alma y ésta se hubiera escapado hacia otra dimensión, un universo
de notas y poesía. Algo muy nuevo para mí. Aún te veo en esos momentos que se
me antojan casi místicos. Tu figura recortada contra el ventanal del
balcón del comedor, parado, con el mate en la mano y tu mirada recorriendo
interiores; aquellas mañanas de fin de semana, mientras el olor de la comida
nos acariciaba desde la cocina. El tiempo se detenía. En aquella liturgia no
cabían las palabras, era simplemente una comunión, donde el cuerpo se convertía
en sentimientos y se tensaban los nervios y los músculos del alma con cada
agudo arrastrado del violín, el dibujo lento y sentido de un fraseo de
bandoneón o las profundas y ásperas voces de Horacio, Amelita o Héctor. Que
poco hablamos viejo!
Sin embargo, tal vez equivocado, pero tengo la sensación
de haberte conocido tanto y sobre todo el convencimiento de haber aprendido
tanto de vos. De tu sobria humildad, tu callada elocuencia; la prolijidad con la que cultivaste tus gustos musicales con buen tango y música popular; y aquella
biblioteca que se iba completando gota a gota, a golpe de intuición y ganas de
saber algo más, de llenar el precipicio que encontraste al terminar la escuela.
Pero la vida te podía... No era suficiente el laburo rutinario, los mandados del
sábado y las tareas culinarias; tenías esa llama interior que te empujaba a
descubrir otras cosas, con tu buque insignia de Marcha, que te orientaba y
marcaba rumbos.
Carajo, que poco hablamos Viejo!
Será por eso que me marcaste tanto y me acompañas tanto.
Te confieso un secreto, aún en rebeldía terminaste entrando
conmigo al Vaticano, donde no quisiste entrar con la Vieja y te debe haber
provocado más de un conflicto con ella. Pero si te consuela te diré que me
cagué por vos en cada cosa que veía, en esa muestra de boato criminal que han
levantado lamentablemente algunos de nuestros congéneres. Sin embargo, en un
momento, me encontré en medio de la multitud, estático, llorando frente a La
Piedad. Eso sí me gustaría que lo hubieras visto vos. Ese frío pedazo de mármol
blanco convertido en una doliente madre sosteniendo la anacrónica muerte de su
hijo, en un gesto de dolor infinito, reflejado en los cuerpos laxos y la mirada
vencida de una madre sujetando su propia vida rota en el regazo. Allí tampoco
habían palabras, viejo: sobraban. Pero ese mármol contenía más que todo lo que
lo rodeaba.
Tal vez esa fue tu lección fundamental, enseñarme a ver cosas
donde la palabra está de más. A lo mejor es por eso que la música me llena el alma y me
enseña otros universos, me hace escapar de tanta materia pesada y de esta vida
tan difícil de comprender.
De pronto es la razón por la que durante estos 40 años que
siguieron a aquellos días, tantas veces me he encontrado escuchando solo, a
oscuras y aún con los ojos cerrados a María de Buenos Aires, con los nervios y
los músculos del alma tensos y vibrantes. Con el volumen muy alto, sintiendo que
esa catarata de sonido y color me inunda y me siembra el alma. Y siempre seguís
ahí, con tu mate en la mano, recortado contra el ventanal y mirando para adentro.
Ya ves, seguimos hablando, igual que antes: poco, pero me
seguís enseñando.
Viejo,... te sirvo una cañita y dame un mate...
Muy bueno!!!
ResponderEliminarViejo, como he dicho, no todos tienen el don de poner en palabras lo que se vive o se siente y más allá de lo que tú pienses, estas dejando una huella en todos tus descendientes. Las palabras habladas, se las lleva el viento, las escritas quedan allí. Te acordás cuando leímos las cartas que le enviaban tus abuelos desde Europa a la abuela? o las cartas que le escribía el abuelo a la abuela? Cuanto aprendimos con eso!!! Cómo vivían, cómo se querían, cuales eran sus preocupaciones o diversiones... Quién va a darle tanto valor y a aprender tanto con ello? Pues quien lo lleva en la sangre, quien quiere saber el origen de su existir. Entonces, no dudes en registrar tus vivencias, tus miedos, tus alegrías, tu pasado y el futuro que añores, nada mejor que manifestarlo de esta forma... Si tiene que existir una razón por el paso de este mundo, seguramente será para dejar algo en él. Los hijos son nuestro primer logro y lo que sembremos en ellos será lo que habremos dejado en este mundo al momento de partir.
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